Aunque se planeaba iniciar el
movimiento popular en octubre el descubrimiento del plan los obligo a
adelantar la lucha. Así el 15 de septiembre del 1810
pusieron en libertad a los presos y aprehendieron a los funcionarios y
ricos españoles.
Al pasar por Atotonilco, Hidalgo encontró una imagen de la Virgen de Guadalupe, que hizo suspender de una asta de lanza, convirtiéndolo en el estandarte de sus tropas.
El 16 de septiembre de 1810, el cura Miguel
Hidalgo y Costilla salió de Dolores al frente del primer núcleo de lo que sería
el Ejército Insurgente, en dirección a San Miguel el Grande, a donde llegaron
al amanecer. Allí se les unió el Regimiento de la Reina, así como una multitud
de campesinos armados con lanzas, hondas y aperos de labranza.
Los insurgentes prosiguieron su avance hacia
el centro de la Nueva España, pasaron por Chamacuero y el 21 de septiembre
entraron a Celaya. Hasta entonces, el movimiento insurgente no tenía un líder
definido, a pesar de que por su edad, conocimientos y carácter sacerdotal, se
reconocía a Hidalgo como cabeza del Ejército Insurgente. Para dar legalidad al
hecho, con la asistencia del Ayuntamiento de Celaya el día 22 se nombró Capitán
General a Hidalgo y Teniente General a Ignacio Allende, con lo que el primero
quedó investido con el mando supremo.
Los insurgentes eran para entonces unos 50,000
hombres y en este número avanzaron sobre Guanajuato, ciudad que cayó en sus
manos el 28 de septiembre después de un cruento combate que culminó con la toma
de la Alhondida de Granaditas.
Después de los primeros días, Hidalgo se dedicó a organizar el
Ayuntamiento, nombró empleados y estableció una Casa de Moneda y una fundición
de cañones. Poco antes, el 24 de septiembre, los caudillos insurgentes habían
sido excomulgados mediante un edicto emitido por el obispo de Michoacán En
contraparte, Hidalgo publicó un manifiesto donde respondía al edicto,
defendiendo los ideales de la independencia.
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